El bazo comanda la elevación, el ascenso de lo
claro.
El estomago desciende lo turbio.
La tendencia del Yin es el descenso, la del
Yang el ascenso.
En el bazo se transforman los alimentos en
sustancias útiles.
Si en el hombre el bazo actúa en su propio
equilibrio, ayudara a centrar a otras personas.
Si el bazo no distribuye se bloquea, se llena,
pierde su vacuidad.
Si el bazo se desarrolla en su perfección
todos los demás elementos lo harán.
“Cuando el bazo se
altera el espíritu se entristece”
En el bazo radica la reflexión.
El tiempo de reflexión es el espacio en el que
la seguridad se apropia de lo espontáneo.
La obsesión produce un miedo sin consistencia
pero aterrador.
La obsesión, al expandirse, anula la alegría y
hace que se quede la tristeza. Vuelve obsesiva la responsabilidad y la agota,
anulando la decisión de la vesícula biliar.
La obsesión es la conductora del desamor.
La reflexión del bazo es un instante de
silencio, un segundo de encontrarse a si mismo. Una opción para recordar el
futuro, posicionándonos en la alerta del agua, para actuar en consecuencia.
La reflexión del bazo es sentirse parte
integrante del movimiento que actúa en nosotros.
Dentro de esa acción en la que nos sentimos
custodiados y partes integrantes, nada es casual y todo es casual.
Hay que dejarse llevar por las causalidades
que cotidianamente aparecen en nuestra vida, sin obsesionarse.
En el estomago están reflejados los tres Jiaos
que hacen posible la asimilación de los alimentos.
El primer placer, el mas simple e
imprescindible es el de la alimentación.
El canto expande la energía del bazo (yin)
producida por el estomago (yang).
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